A sus casi 92 años, doña Antonia Durán llama a los dominicanos a vacunarse contra el COVID-19

Víctor Elías Aquino

La dama, que educa con la palabra, es doctora en Química de la histórica Universidad de Santo Domingo, donde se graduó en el 1956

La señora Antonia Durán, de 91 años, acudió con pasos firmes y seguros al centro de vacunación de la Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña a inmunizarse contra el COVID-19. En su trajinar ha visto ocurrir gran cantidad de ciclones, temblores de tierra, convulsiones y crisis políticas, la dictadura de Rafael Leonidas Trujillo, y tiene una historia para contar.

Durante una entrevista a Diario Libre, mientras la dama acudió a inocularse de segunda dosis, hizo un llamado a los jóvenes para que se vacunen, que parecía salir de su corazón.

Estas fueron sus palabras: “Que se cuiden; pero, sobre todo, que crean en Dios, que ese es el que nos da la vida, que lleven la vida con mucha sobriedad, alegría y bondad, para ellos y para todos, que se cuiden, que se vacunen, que ya yo me vacuné”.

Con voz dulce, confiesa que, realmente no estaba motivada con el tema de la vacuna, dado que a su avanzada edad nunca ha sufrido de nada, y que cuando le preguntaban respondía: “Eso no me va a dar a mí”, pero que las palabras de su hijo más pequeño, que tiene 49 años, les rompieron el corazón en mil pedazos, dice que con lagrimones en la cara. Él exclamó: “Mami, vacúnate”. Y entonces ella tomó la decisión.

Pandemias y enfermedades vividas

En un momento de la entrevista, se retiró la mascarilla para decir con gran propiedad que esta no es la primera pandemia que ha vivido en su trajinar de la vida, y entonces viene a su memoria la pandemia de varicela que afectó el país en la década de 1940 del siglo pasado, la cual calificó de “terrible”, debido a que la gente se caía muerta de ese mal.

También, menciona algo que para ella es extraño, y es que, la gente se moría de tuberculosis, estando en aparente buen estado de salud.

Luego, respira profundo y dice: “Imagínate que nosotros vivíamos en la Jacinto de la Concha, de Villa Francisca, y era una casa en que vivíamos cerquita de todo el mundo, y yo comía junto con los que tenían la epidemia, y nunca se me pegó, ni a mí, ni a mi familia”.

Viene a su memoria el tema de la tuberculosis, y recuerda a los afectados que sufrían con fiebre alta, una tos difícil de soportar, y la gente adelgazaba misteriosamente, pero comenta como un caso extraño, que, también personas que se veían sanas y gorditas morían de tuberculosis, y hubo también en otro tiempo una “una tisis galopante”. De siete hijos que tenía una señora se murieron seis de la tisis galopante.

La dama, que educa con la palabra, es doctora en Química de la histórica Universidad de Santo Domingo, donde se graduó en el 1956, y está feliz porque en diciembre venidero espera celebrar sus 92 años.

Se trata de una gran festividad, dado que, espera ver sanos y salvos a los tres de los cinco hijos que procreó en su juventud con su esposo, junto a los nietos que también serán parte de las celebraciones.

Antonia Durán tuvo con su esposo cinco hijos, el primero falleció a penas vio la luz, el segundo padecía de síndrome de Down y estuvo con la familia hasta los 35 años. Dice: “Y me quedan tres estrellas” y me nació una biznieta que nació el pasado el día primero”.

Labor profesional

Como doctora en Química, eligió trabajar en las provincias, dado que los sueldos eran mejores en ciudades de las costas y el interior del país; por ejemplo, mientras en Santo Domingo se devengaba un sueldo de solo RD$35 ó RD$40, fuera de la ciudad pagaba RD$100. Ella eligió a Elías Piña, en la frontera con Haití.

Cuando habla de su matrimonio, sonríe con juventud en los labios y dice: “Yo me casé y duré casi cincuenta años con mi esposo, nos llevamos muy bien y tuvimos cinco hijos”.

Dice que tiene anotado los nombres de sus amigos de la universidad en una libreta y que la guarda con celo en su casa, no recuerda el nombre de la persona que dirigía la Universidad de Santo Domingo, pero sonríe cuando menciona a Félix Veloz, a sazón director de la Escuela de la Farmacia, de la más vieja universidad del nuevo mundo y a César Carbucia, como uno de los que desfiló como graduando.

Finalmente, dice que era un verdadero privilegio estudiar en tiempos de la dictadura, que las muchachas tenían el encanto de siempre estar bien vestidas y arregladas, y todavía ella lo practica.

Usa la expresión de asombro, ¡ah!, cuando dice que, el llegar a la universidad, era una cosa excepcional en esos tiempos.

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