¿El cuentecito?

Víctor Elías Aquino

Tenía una permanente sonrisa dibujada con tierno amor en su carita infantil, era la mismísima ternura personificada, rodeado del mimo materno/paterno, no podía pedir más se alimentaba feliz bajo el influjo de cuentos/cantos/   notas musicales que representaban relatos de extraños y antiguos países registrados en el libro negro antiguo, que a todos traía paz: La Biblia.

De esos días recuerda los detalles sobre Sansón y Dalila, aquella mujer de hermoso rostro y bellísimo parecer que les entregó a los filisteos dejándolo con la cabeza raspada junto al alma en pena.

Era el tiempo del tiempo, un verdadero despertar para disfrutar de un clima fresco del vetusto siglo XX, década de 1960, mamá tarareaba siempre a tiempo combinado con el pedaleo de la vieja máquina Singer, mientras hacía hermosas creaciones.  Fue discípula de una famosa modista de Bonao y   sus tarareos eran como píldoras de amor.

Algún novelista pudo haber dicho que, “era un buen tiempo y un mal tiempo”, pero soy parco, sólo digo que, “eran los tiempos disponibles para vivirlos”.

Iba con mi sillita o banqueta a la cabeza al hombro a la escuelita de la profesora Mireya, (la maestra vive en el tiempo que se crea este relato).

¡Mira se me eriza la piel!    Es que todavía recuerdo con emoción el primer día de clases que recibí dos regalos:  un cuaderno y un lápiz de carboncillo negro, en ese instante los niños presentes, tal parece que, mis ojos se iluminaron.

Años después, una señora de escasas carnes, cara tierna, y rápido andar, como una hormiguita, convidada por mamá caminaba a piecito limpio desde el frente del Cementerio Nacional, en la Avenida María Montez, para presentar el evangelio a un grupo de niños, a través de historias bíblicas que reforzaban las instrucciones maternas.

Es por estos días, que escuché por segunda vez la historia de Sanson, y me dio pena porque la mujer de la que se enamoró lo engañó. 

En esos días también conocí de Zaqueo, aquel hábil cobrador de impuestos del imperio romano en tiempos de Jesús, que demostró su interés   por conocer al maestro y tuvo la idea de subir a un árbol de sicómoro, porque era pequeño de estatura, y así cuando el maestro pasara podía verlo, y así fue.

No bien había llegado a ese lugar Jesús, cuando lo vio, y con voz dulce y familiar lo invitó a bajar de la mata, y ya   en  la casa de éste, y durante, o después del almuerzo, dijo el publicano:  “la mitad de mis bienes doy a los pobres   y si en algo he defraudado a alguno se lo devuelvo cuadruplicado”.

El niño de esta historia pronto le creció los pantalones y se hicieron más largos, es por esos mismos días, que se instalaría en la calle 34 número 85, de Villas Agrícolas una misión de la Iglesia Bautista Central, pastoreada por un hombre cubierto de bondad y formaba la pareja perfecta junto a su esposa doña Dora, habló del pastor Howard Lee Shoemake.

En el barrio se podían ver las dos caras de una moneda, a este lado del calvario el Night Club Herminia” y el denominado el Mercety; eran pues dos centros de prostitución, pero la Iglesia y el consultorio médico eran como faros en medio de la más terrible oscuridad.

Destacan aquí por el trabajo, dedicación y entrega la doctora Gladys Germosén de Mieses, junto al doctor Agustín Cornelio; y un odontólogo de voz ruda que reparaba a como diera lugar dientes y muelas.

¡Abra! Decía el dentista con voz fuerte, y luego de dos veces repetir esa palabra decía entonces, ¡abra la boca por favor! Los niños de esos días hablaban de El doctor Terror, por lo fuerte que hablaba a los pacientes.

Al final de las prédicas del pastor Shoemake hacía, lo que se llama la invitación; es decir el reto de aceptar a Jesús como señor y salvador, y vivir una vida apegada a la biblia, imitando su ejemplo. Muchas familias conocieron de Dios, niños y adolescentes recibieron las aguas del bautismo por inmersión.

Cada uno se apartó por su camino, hizo su vida, muchos siguieron siendo cristianos, en el país o el extranjero, cada vez que uno se entera de la muerte de alguien llega la pregunta de si realmente esa persona perseveró en la fe, siendo salvo para vivir eternamente en la gloria con los millones y millones de personas de todas las naciones tribus y lenguas que han nacido.

De esos tiempos, todavía conservo amigos que creyeron las historias y se convirtieron de verdad, están esparcidos por el planeta.  Ni la filosofía, ni los avances y conocimiento de la ciencia hicieron que una buena parte de los que creyeran rehuyeran de la fe cristiana.

Otros, pusieron a un lado o renegaron de la fe cristiana, y lo vieron como algo de la infancia que nada tiene que ver con los retos de la vida. Dejaron de creer en la diosidencia, es decir la intervención de Dios en la vida diaria.

En la vida, llega un día en que no hay oráculos que valgan, dos de los amigos de esos tiempos, un día de tantos, escucharon un mensaje que los dejó aturdidos se trata de la parábola del Rico y Lázaro, el uno tuvo todo en la tierra con banquetes a diario donde la opulencia en comidas y bebidas y el derroche eran la norma.

Mientras, e mendigo ansiaba llenar su boca con las migajas que caían de la mesa del rico, pero nadie le daba nada.  El mendigo murió y fue llevado con todas las comodidades al seno del patriarca Abraám; mientras que, el banquetero fue llevado al hades, lugar de tormentos que no tienen fin…

Es la historia más triste, el rico, dando voces, se puso en pie para decir:   Padre Abraham, ten misericordia de mí, y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en agua, y refresque mi lengua; porque estoy atormentado en esta llama.

Pero Abraham, ni corto ni perezoso le dije con un dejo de pena y de ternura mi “hijo, acuérdate que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro también males; pero ahora éste es consolado aquí, y tú atormentado.

Todavía el rico no entendía dónde estaba, abriendo los ojos se dio cuenta de que el  abismo o sima más grande que vivo o muerto pueda imaginar separa a los unos de los otros.

Tan real es el sufrimiento, que entonces en los cinco hermanos que quedaron en la tierra, pidiendo que alguien les predique, a fin de que no vayan a parar a ese lugar de tormento.  La respuesta no pudo ser más real, Abraham le dijo: “a Moisés y a los profetas tienen; óiganlos”.

Concluido el diálogo triste de la otra vida, cruzó el río de la muerte un joven de los que estuvo en la iglesia…

En la funeraria, al centro del salón estaba el cuerpo al que nadie prestaba atención, unos daban el pésame y consuelo a los deudos, mientras en el parqueo del establecimiento se apuran los preparativos para llevar el cuerpo al valle de los huesos secos.

Muchos pensarán que es un sueño, pero no, no y no, yo   vi a los muertos, grandes y pequeños, e toda nación y lengua de pie ante el padre de las luces el Dios eterno creador del universo.

En un éxtasis, en un parpadeo, mi mente fue estaba alerta, y los libros fueron abiertos, y otro libro fue también, el cual es el libro de la vida; y fueron llevados al tribunal juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras.

Los siete mares entregaron los muertos que había en ellos; y la muerte y el Hades entregaron los muertos que retenían hasta el día final; y fueron juzgados cada uno según sus obras.

Y la muerte y el Hades fueron lanzados al lago de fuego. Esta es la muerte segunda. Eternidad de la eternidad, y el que no se halló en los registros de la vida fue lanzado con vigor al lago de fuego.

El joven que renegó de la fe, un nanosegundo después de concluido su juicio dijo, “¡Entonces todo lo que escuché en la otra vida no era un cuentecito!”

Escuchó una voz audible que le dijo, “ya es tarde para ti, la vida eterna es real, vas al infierno eternamente…”

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

diecisiete − 12 =