¿Récord de delincuencia? ¡No hay problema!: Turistas rescatan espacios en la violenta Caracas

CARACAS (Reuters) – La tasa de asesinatos y secuestros está entre las más altas del mundo. Las calles a menudo son remecidas por las rencillas políticas. Los más pobres sufren por la escasez de alimentos, mientras que los adinerados se desplazan en autos blindados y con guardaespaldas.

Solo un loco pensaría en dar un paseo por Caracas, ¿no es cierto? Bueno, tal vez no.

En los últimos años han surgido organizaciones que ofrecen recorridos a pie por las caóticas calles de Caracas, explorando su arquitectura, sus sitios históricos y sus populosas barriadas. Cerca de una docena de ellas realiza recorridos de varias horas para grupos de cuatro o hasta 150 personas.

Algunas ofrecen tours gratis, mientras que otras cobran desde 20.000 a 200.000 bolívares por persona, el equivalente a entre 0,20 y 2 dólares, según el precio en el mercado paralelo.

“Quiero ver lo positivo que puede haber en esta ciudad”, dijo Francis López, una abogada de 50 años, mientras caminaba con un grupo de cerca de 60 personas por la extensa y humilde zona popular de Catia, una de las más antiguas al oeste de la urbe, fotografiando las edificaciones, estatuas y negocios.

“Uno antes recorría toda la ciudad (…) dejas de hacerlo por miedo de que te asalten. Y ya los asaltos no son sólo que te quitan algo, sino que te pegan un tiro”, agregó.

Con una tasa de casi tres homicidios por hora, Venezuela es el segundo país más violento del mundo, sólo superado por El Salvador, según un grupo local de monitoreo, que ubica a su capital Caracas con una tasa de cerca de 140 homicidios por cada 100.000 habitantes.

Las autoridades alegan que las organizaciones no gubernamentales inflan las cifras para crear paranoia y afectar la reputación del Gobierno socialista de Nicolás Maduro, aunque la última cifra oficial presentada en 2015 (de 58 homicidios por cada 100.000 habitantes) ya era de las más altas del planeta.

La violencia se ve con más frecuencia en las barriadas de Caracas llenas de empinadas escaleras, casas improvisadas y basura por doquier. Y es precisamente allí donde algunas de las excursiones buscan entrar, valiéndose de sus habitantes para guiar y proteger al grupo.

Los turistas, que nunca se atreverían a ir solos a barrios como Catia o Petare, se sienten seguros al estar acompañados en grupos numerosos.

“ROMPIENDO MITOS”

Los visitantes caminan libremente, conversan con los residentes, compran productos artesanales y, a veces, disfrutan de música tradicional como los tambores. La mayoría son venezolanos, aunque en ocasiones los acompaña algún extranjero.

“Nos permite romper ese mito de que la barriada es algo distinto a la ciudad y que la barriada está llena de cosas malas, de violencia, de inseguridad, de pobreza”, dijo Lorena de Marchena, de 27 años, quien ayuda a organizar recorridos a pie por el barrio El Calvario en El Hatillo, un municipio del sureste de la capital.

Los residentes de la zona a menudo se unen a los grupos, para escuchar la información y animar a los visitantes. Algunos pocos, sin embargo, desconfían de las intenciones que traen los forasteros y hay quienes bromean sobre este tipo de iniciativas.

“¡Aquí somos chavistas revolucionarios!”, le dice una anciana al acercarse a algunos participantes, confundiendo al grupo de clase media con partidarios de la oposición, en un reflejo de la volatilidad política que persiste en el país bajo una severa crisis económica.

Aunque es un fenómeno relativamente nuevo, estas visitas guiadas a las barriadas son comunes en otras partes del mundo igualmente peligrosas como Río de Janeiro o ciudades africanas.

El turismo político se ve desde hace años también en sitios como Belfast, donde los turistas visitan los “Los 99 muros” que dividen la comunidad católica de la protestante, o Medellín, donde reconstruyen los pasos del fallecido Pablo Escobar, el tristemente famoso capo de la droga.

Durante el gobierno del fallecido líder socialista Hugo Chávez, entre 1999 y 2013, simpatizantes de izquierda solían venir a Venezuela en viajes “solidarios” desde Europa y otros países latinoamericanos.

Sin embargo, los pasos actuales buscan rescatar el interés de los caraqueños por su ciudad, especialmente este año que se celebra el aniversario 450 de su fundación.

Uno de los destinos más populares es el centro del capital, donde los visitantes pueden ver la casa natal de Simón Bolívar, el héroe independentista que sirvió de inspiración a Chávez para fundar su “revolución”; así como numerosas iglesias y el mausoleo construido para los restos del Libertador.

Algunos recorridos también van a la Universidad Central de Venezuela, nombrada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, mientras otros pasean por las calles empedradas de El Hatillo o visitan la Plaza Altamira, conocida por su obelisco y también por ser epicentro de las protestas que sacudieron al país temprano este año.

Mientras algunos quieren perder el miedo a recorrer la ciudad, otros deciden conocerla mejor antes de unirse a la creciente ola de emigración de Venezuela.

“Me parece que Caracas es una ciudad bellísima”, comentó Zaylin Daboin, internacionalista de 29 años, conociendo por primera vez un teatro en Catia construido en 1940.

“Hemos perdido ese deseo de saber cuál es nuestra ciudad por la inseguridad”.

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