A mediados del siglo XX, los estudiosos tanto de ciencias como de humanidades se rompían la cabeza intentando imaginar cómo sería la inteligencia artificial y qué amenazas plantearía para la humanidad.
Ahora por lo menos sabemos la respuesta a la primera de estas preguntas. La inteligencia artificial es un programa de computación del que se dota una máquina. Es capaz de realizar cálculos, jugar al ajedrez o hacer que un robot dé un salto acrobático. El segundo interrogante es más difícil de contestar. Hay quien considera que la inteligencia artificial es un mal universal programado para destruir a la humanidad, y hay quien en cambio tiene puestas en ella grandes esperanzas confiando en resolver con su ayuda problemas de lo más diversos. Los avances científicos de los últimos años corroboran más bien el segundo punto de vista. Las máquinas con mente virtual sustituyen con éxito a su creador en muchos campos y en algunos de ellos incluso acaban por expulsarlo.
Aunque no todo programa debe catalogarse como inteligencia artificial. Esta definición le queda grande a un dispositivo que lo único que hace es realizar cálculos más rápido que el ser humano. Un superordenador que no tiene capacidades especiales es en realidad una calculadora super rápida. No se puede considerar inteligente un programa que no es capaz de aprender por su cuenta. Un enfoque poco creativo ante el problema planteado tampoco es señal de una gran inteligencia que digamos.
El envase material que contiene ese celebro virtual no importa tanto, ya que podría ser de mil maneras: un reproductor de audio diminuto, un ordenador cuántico, un robot, un sistema láser, un avión… La inteligencia de un dispositivo la determinan el algoritmo y la información de los que este ha sido dotado. Por ejemplo, en la Universidad Nacional de Investigaciones Nucleares de Moscú (MEPhI), cuyos investigadores han tenido la cortesía de compartir su visión de la inteligencia artifical, están desarrollando un sistema de protección para teléfonos inteligentes que identifica al propietario de un móvil a partir de cómo lo maneja.Crítica de la inteligencia artificial
ria, el autoaprendizaje o la creatividad son los rasgos distintivos de una máquina que, independientemente su apariencia, pensará prácticamente como un ser humano. Por muy paradójico que suene, esta comparación no le beneficia a la inteligencia artificial. Porque empieza a darnos miedo. A saber qué se le ocurre a su celebro de procesador si se le anima a tener iniciativa. Podría tener ganas de hacernos daño, convertirnos en sus esclavos o hasta aniquilarnos.
Los científicos no comparten estos temores. «Las películas de Hollywood tipo ‘Terminator’ o ‘Matrix’ bastante poco tienen que ver con la realidad. En la actualidad los sistemas de computación dependen del hombre en tal medida que si incluso fueran capaces de destruirlo, no podrían seguir existiendo sin él. Por supuesto que podemos suponer que en un futuro los robots aprenderán a extraer recursos naturales, construir fábricas y abastecerse de energía por su cuenta, pero no creo que eso ocurra durante este siglo. Por otra parte, es ingrato hacer pronósticos sobre una u otra rama de la ciencia, puesto que mucho depende de la financiación», comenta Alexéi Samsonóvich, catedrático del Instituto de Sistema Cibernéticos Inteligentes, dependiente de la Universidad MEPhI.