Un PLD acorralado

Por Nélsido Herasme

El gobierno del Partido de la liberación Dominicana transita a todo dar   por una pendiente enjabonada. Al día de hoy el PLD no tiene forma de permanecer en el poder, porque no hay encuesta válida que le eche la bendición.

Las firmas que realizan sondeos de opinión dan ganador a Luis Abinader y, nosotros decimos que es en una primera vuelta que el pueblo dominicano, cansado y hastiado de 20 años de un gobierno que no ha resuelto tan solo un problema nacional, decidirá sobre su destino. Los jefes morados se jactaban en decir todos los días que el PLD no tenía oposición, pero resulta que ahora cada vez que visitan un medio de comunicación lo primero que dicen es que Leonel Fernández no representa peligro para ellos, y que su atención la tienen puesta en el PRM. 

Todo ello es muestra de la impaciencia que los abruma, porque los números no le dan y el candidato de Danilo Medina no logra atravesar la barrera del 25 por cientos de las preferencias.

Las demostraciones de fuerza popular en los campos y ciudades y el puntaje que le otorgan las encuestas a Luis Abinader son demoledoras. Viéndose tan acorralados, los funcionarios  oficialistas, metidos en campaña, han redoblados los esfuerzos con tal de revertir los resultados que dan ganador al candidato presidencial perremeísta. A los peledeístas la derrota los está tentando,  a Danilo le cayó el gas que pela, él está claro de la gente que le rodea, por ello carga pesado la cruz que lleva sobre sus hombros. 

Quienes conocimos al PLD desde sus inicios aun no salimos del asombro de pensar que los miembros de una organización que predicó “servirle al partido para servirle al pueblo”, que pedía en jarrito en las esquinas de los semáforos y en las puertas de las parroquias, hoy sus principales miembros, con el peor desparpajo, exhiban entradas millonarios y despampanantes palacetes.

Danilo Medina sabe que su gobierno exhibe con orgullo el trofeo de campeón de la corrupción, la falta de ética y de transparencia, por tanto, aunque sea con el silencio y el perfil bajo, Gonzalo Castillo tendrá que morir en las urnas, abrazado a la perversidad, a la desgracia, al lastre y a la podredumbre de un gobierno que fracasó en todas sus políticas.

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