Trump apoya retorno de Rusia al G-8, mientras el zar Vlady y el mandarín Xi sellan su amistad

Bajo la lupa
Alfredo Jalife-Rahme

Lo más divertido es que Rusia no desea regresar al G-8, según expresó el portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov (http://bit.ly/2MdTxPu).

El G-8 nunca existió: fue un engaño de Clinton que le propinó a Yeltsin que deglutió todos los cuentos texanos, ya que Rusia nunca fue admitida a sus reuniones financieras, por lo que en su momento la bauticé de G-7.5.

Se pulveriza el G-6+1, mientras su contrincante silencioso, pero efectivo, el Grupo de Shanghái –encabezado por China y Rusia con otros cuaro países centroasiáticos y la reciente incrustación de dos potencias nucleares India y Pakistán (con 140 ojivas nucleares) se consolida en Eurasia con su cumbre número 18 en Qingdao (China), donde el mandarín Xi y el zar Vlady Putin fortalecieron su asociación estratégica.

El mandarín otorgó al zar la primera Medalla de la Amistad de China (http://bit.ly/2sKTylD), lo que denota la relevancia de sus estratégicos lazos bilaterales.

Ya el año pasado, el zar había galardonado al mandarín con la máxima Orden de San Andrés. Hasta donde alcancé a consultar, no vi ninguna mención en la prensa occidental del galardón del mandarín al zar ni de la transcendental cumbre del Grupo de Shanghái en Qingdao. ¿Censura o envidia?

El portal Sputnik expone los puntos de vista de una pléyade de expertos de China y Rusia quienes comentan los acuerdos del mandarín y el zar desde el Ártico (¡súper-sic!) al espacio profundo (sic) frente a una compleja situación internacional(http://bit.ly/2JDGhVF) cuando Rusia y China se oponen al despliegue de armas en el espacio, lo cual fomenta EU y socava la estabilidad estratégica.

Se acabó el pensamiento lineal maniqueo y ahora impera la era de la hipercomplejidad no-lineal.

De hecho, el galardón del zar de parte del mandarín, al unísono de la consolidación de la relación bilateral, fue la nota relevante de la Cumbre de Shanghái.

La cumbre del Grupo de Shanghái fue como de costumbre escamoteada por Occidente.Pero en la mitad poblacional del planeta su celebración fue seguida con sumo interés.

La sede de la cumbre fue en la provincia de Shandong, lugar de nacimiento del confucianismo, e impulsó el espíritu de Shanghái de confianza mutua, beneficio mutuo, igualdad, consulta, respeto a la diversidad cultural(http://bit.ly/2sJSWgl).

Se trata de un neoconfucianismo geopolítico/geoeconómico: una cosmogonía más optimista frente a la decadencia de Occidente que exhibió sus fracturas y su egoísmo durante la disfuncional cumbre del agónico G-7 en Quebec, en contraste con la exitosa cumbre del Grupo de Shanghái donde el primer ministro indio, Narendra Modi, invitó al presidente vitalicio Xi a visitar India el año entrante (http://bit.ly/2sKiNob).

Llamó poderosamente la atención un articulo de Dmitry Shlapentokh, en el portal oficioso chino Global Times, en el que aduce en forma persuasiva que la cumbre Trump/Kim exhibe el desvanecimiento del poder de EU(http://bit.ly/2xUoW6s).

A mi juicio, es probable que la cumbre entre Trump y Kim Jong-un en Singapur no hubiera sido factible sin la facilitación tras bambalinas del mandarín Xi y del zar Vlady Putin, con la notable ausencia de Europa que se aferra nostálgicamente al caduco orden occidental y no asimila la nueva tripolaridad de EU/Rusia/China del siglo 21 que se ejerce en su detrimento.

www.alfredojalife.com

La Jornada

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