¿Por dónde y como pasaría esa reelección?

Rafael Chaljub Mejía

Se dice que quien vive de ilusiones muere de desengaño. Pese a eso, parece que a los humanos nos gusta alimentar las ilusiones. No hay una sola señal que indique que el presidente Medina no está en reelegirse; y, en cambio, hay una constante campaña reeleccionista, con consentimiento presidencial.

Y a pesar de lo que he visto en experiencias anteriores, aún me asalta la ilusión de que en algún momento, el mismo presidente pondrá fin a toda esta dañina incertidumbre y no emprenderá el camino traumático de buscar un tercer período, después de haberse comprometido ante sus compañeros y el país a no intentarlo.

No conozco la lógica del poder porque, me puse viejo y nunca lo ejercí a ningún nivel. Pero entiendo que el último al que debe interesarle mantener el país en vilo por un conflicto tan perturbador como el que nos ocupa, debería ser al presidente y su gobierno. Actualmente y cada vez más la reelección divide el partido de gobierno, divide la sociedad, a los poderes públicos y hasta en las alturas del gobierno, empieza a sentirse la división. Esto, sin el presidente haber dicho formalmente que vaya a repostularse.

Y si se lanzara, fuera bueno saber por cuál puerta pretendería hacerse pasar la reelección. Sin duda que Medina tiene su aceptación en una parte de la población. Pero como presidente, no como candidato reeleccionista. Dicen las encuestas que el setenta por ciento se opone a que se modifique la Constitución para que él se reelija.

Los números no le cuadran en el Congreso nacional llamado a modificarla y la presión contra esa eventual reforma crece cada día. Gran parte del empresariado, del entorno internacional, de la iglesia católica y del mismo partido oficialista están opuestos. La reelección está encerrada y en esas circunstancias, la reforma y la reelección misma, solo podrían cristalizar si se les impone mediante el soborno y la prostitución de muchas conciencias, y mediante la presión basada en la fuerza bruta. Y si se impusiera en el 2020, habría que ver cómo quedaría el país después de un proceso electoral marcado por esos elementos de crisis y de tensión.

Falta la palabra final del presidente y aunque me muera de desengaño, quiero mantener la ilusión boba de que la prudencia le evitará al país todo el mal que una pésima decisión podría causarle.

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