La rebelión contra los fondos de pensiones agudiza la crisis financiera

Por Raúl Zibechi

Millones de chilenos volvieron a salir a las calles para exigir el fin de las AFP (Administradoras de Fondos de Pensiones), creadas durante la dictadura de Augusto Pinochet.

El régimen militar fue la cuna de los fondos privados de pensiones, nacidos en 1980 e imitados por otros países, pero tres décadas y media después están completamente deslegitimados ya que pagan pensiones miserables.

El domingo 26 de marzo más de dos millones de chilenos se movilizaron, convocados por la Coordinadora Nacional de Trabajadores NO+AFP. El movimiento ganó las calles en agosto del año pasado, cuando los trabajadores jubilados comenzaron a comprobar que sus pensiones eran más bajas aún que los 420 dólares del salario mínimo. En efecto, según la Fundación Sol el 90% de las jubilaciones son menores a 220 dólares, menos del 60% del salario mínimo.

El sistema de las AFP está en la base del llamado ‘milagro chileno’, impulsado por los ‘Chicago Boys’, economistas que utilizaron la dictadura de Pinochet como laboratorio del modelo neoliberal. El régimen impuso a los trabajadores volcar sus ahorros a los fondos privados sin mediar debates ni información seria sobre el nuevo sistema, pero prometiendo jugosos rendimientos y facilitando el traspaso al reducir los porcentajes de cotización.

Los grandes beneficiarios han sido los bancos y el sistema financiero. Las seis principales AFP (tres de ellas de capital estadounidense) administran nada menos que 185.000 millones de dólares, lo que equivale al 72,8% del PIB de Chile. El dinero de los aportes de los trabajadores es distribuido entre los grandes grupos económicos y controlado por apenas diez bancos, que con lo recaudado ofrecen créditos de consumo a los propios trabajadores, cobrando intereses de hasta el 40%. Por su parte, la rentabilidad de los trabajadores por sus pensiones es de tan solo el 2%.

El ‘milagro chileno’ es un monumental robo a los trabajadores que ingresan todos los meses el 10% de sus salarios en cuentas de ahorro de pensiones privadas, más una cuota de administración que pagan a las AFP. En total son 10 millones de afiliados al sistema que confiaron sus ahorros a esos fondos.

Según el economista Marco Kremerman, «el objetivo central del sistema de AFP es dinamizar el sistema financiero y capitalizar a los grandes grupos económicos y no pagar buenas pensiones. Con ello, reproduce un modelo económico extractivista, rentista, oligopólico y poco sustentable a largo plazo, al invertir los fondos de los cotizantes en empresas pertenecientes a los grupos económicos que tienen sus negocios en sectores productivos que han generado crecimiento de la economía, pero no logran generar desarrollo».

Por otro lado, Kremerman considera que el sistema privado castiga especialmente a las mujeres, «ya que no las reconoce como ciudadanas titulares de derechos, sino como un individuo atomizado, cuya pensión depende de su capacidad de ahorro, reproduciendo y amplificando la discriminación que sufren en el mundo del trabajo remunerado y no remunerado».

El sistema privado no solo enriquece más a los más ricos, sino que traspasa el problema del envejecimiento de la población —que afrontan todos los países del mundo— a cada individuo, al que se le exige que trabaje más, ahorre más y se endeude para toda su vida.

El problema de fondo es que el modelo neoliberal chileno paga malos salarios y crea puestos de trabajo precarios. En los siete últimos años, el 71% de los empleos creados son precarios y desprotegidos, mientras la mitad de los trabajadores en Chile percibe menos de 300.000 pesos, es decir 450 dólares. Por lo tanto, la capacidad de ahorro es casi nula.

Los cálculos jubilatorios que hace la Fundación Sol son elocuentes: un trabajador que cotizó un promedio de 30 años podrá financiar una pensión que no llegará al 22% de la remuneración que ganaba en los últimos 10 años de su vida laboral.

El sistema necesita de los aportes del Estado, porque la mitad de los jubilados está recibiendo pensiones tan bajas que están en la línea de la pobreza. La crisis financiera de 2008 agravó la situación al hundir la rentabilidad de los fondos, ya que consumió cerca de un tercio de los recursos acumulados con años de sacrificio. En suma, adosar el sistema de pensiones a la rentabilidad del capital financiero ha mostrado ser un desastre para las mayorías.

En 2008 la presidenta Michelle Bachelet realizó la primera reforma del sistema, por la cual el Estado subsidia las pensiones más bajas. Pero el sistema privado permanece intacto, en lo fundamental. Los demás países que adoptaron el modelo chileno lo hicieron de forma parcial.

Con variaciones, el sistema de AFP ha sido adoptado por casi 30 países. Pero está en plena crisis. En 2008, el Gobierno de Cristina Fernández (Argentina) nacionalizó los fondos privados de pensiones, que en ese momento tenían recursos cercanos a los 30.000 millones de dólares. Lo mismo hizo en 2010 el Gobierno de Evo Morales (Bolivia).

Un informe del diario El Mostrador destaca tres aspectos de la crisis de las AFP: el informe de la Comisión Bravo (Comisión Asesora Presidencial sobre el Sistema de Pensiones), que concluyó que la mitad de los pensionados recibirá una jubilación que no superará el 15% de su sueldo, el escándalo de los ‘jubilazos’ (jubilaciones privilegiadas de personalidades políticas y de la Gendarmería) y la irrupción del movimiento NO+AFP.

Por todo ello, se puede concluir que Chile está ante una ‘tormenta perfecta’ que puede provocar el derrumbe del sistema previsional.

Es el capitalismo financiero el que está en riesgo y no será posible mantener por mucho tiempo el estado actual de las cosas. En las próximas elecciones, en noviembre de este año, el tema estará en el centro del debate y ningún candidato que aspire a triunfar puede dejar de presentar alguna solución.

El Mostrador concluye: «La casta que controla el poder económico en Chile sabe del cuidado que requieren los fondos de pensiones, que financian casi un cuarto de la inversión de las empresas y bancos a nivel local». Pero esas fabulosas ganancias están en el ojo del huracán de la opinión pública y los gestores de las AFP no tienen idea de cómo van a salir del embrollo.

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