La máquina del tiempo de Donald Trump con Irán

Las negociaciones en materia de seguridad nuclear que se han mantenido con Irán durante ocho años se encuentran en este momento en un callejón sin salida. El escenario actual es el mismo de 2011 ahora que EEUU ha abandonado el acuerdo nuclear, así que no se excluye un conflicto armado con Teherán.

La ventana de oportunidades para encontrar una solución política que aborde la cuestión nuclear iraní se ha ido cerrando poco a poco, por lo que Israel y Estados Unidos se están preparando para atajar el problema por la vía militar. Una vía que no debe sorprender a nadie: ha estado en las mesas de los líderes israelíes y estadounidenses desde siempre.

Ben Kaspit, un periodista y analista político israelí —conocido por sus lazos con los líderes de su país-, afirmaba en 2011 que, por iniciativa del Gobierno de Benjamín Netanyahu, Israel había intensificado en gran medida los esfuerzos y los planes para llevar a cabo ese ataque militar contra Irán. Según el periodista, el primer ministro israelí contaba con el apoyo absoluto del jefe del Ministerio de Defensa, Ehud Barak. A su voz se añadía la de un conocido político israelí de origen iraní, Shaul Mofaz, quien creía que Israel debía eliminar por sí solo y por la fuerza la amenaza nuclear de Irán.
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Estados Unidos tampoco se quedó atrás. El 1 de marzo de 2011 se hacía público que el personal del comandante de la Fuerza Aérea de EEUU, el general Norton Schwartz, había planeado llevar a cabo una operación militar contra Teherán que contemplaba tres escenarios:

El primero consistía en llevar a cabo un solo ataque contra varias de las principales instalaciones nucleares del país. El segundo contemplaba un ataque balístico desde el aire limitado en el tiempo y en proporción contra infraestructuras nucleares de elevado peso estratégico. El tercero consistía en llevar a cabo una operación de grandes dimensiones y dilatada en el tiempo en la que se lanzaría una serie de ataques balísticos masivos con el objetivo de eliminar completamente las instalaciones nucleares iraníes, una suerte de ‘escenario yugoslavo’.

El Ejército estadounidense consideró, también, la posibilidad de utilizar su munición no nuclear más pesada, una nueva bomba con un peso de 13,5 toneladas, capaz de destruir instalaciones nucleares bajo tierra y con un espeso de hormigón de hasta 65 metros. Los militares israelíes y estadounidenses llevaron a cabo varios entrenamientos militares para practicar las diversas opciones contra Irán.

Sin embargo, no hubo ningún ataque militar. Durante los años 2011 y 2012, la Unión Europea y Estados Unidos prefirieron imponer sanciones contra el país persa. Unas medidas que dieron en el blanco: el colapso de la economía persa se cernía sobre Teherán y este se vio obligado a tomar decisiones políticas.

De esas medidas surgió Hasán Rohaní. Su elección como presidente de la República iraní logró tirar adelante con las negociaciones entre el país y la comunidad internacional sobre su programa nuclear. Se convertía así en uno de los padres del Plan de Acción Conjunto y Completo o pacto nuclear iraní.
Ahora, Donald Trump se las ha ingeniado para utilizar su máquina del tiempo y devolver el escenario y la cuestión nuclear iraní a principios de la segunda década del siglo XXI. Volvemos al año 2011 y 2012 y, por tanto, a una posible intervención militar. Por su parte Teherán, furioso por el ‘ahora sí, ahora no’ de Estados Unidos, reanudará su programa nuclear sin ningún contrato e inspector que lo constriña.

¿Es quizás esto lo que buscaba Estados Unidos saliéndose del pacto?

Sputnik

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