La geopolítica del gas, discordia perenne entre Occidente y Eurasia

En medio de las tensiones sociales, políticas y económicas entre naciones, la ‘geopolítica del gas’ debe considerarse desde Latinoamérica como una tensión permanente y, por qué no, un área de oportunidad.

El control de los territorios globales ha sido uno de las prioridades de las potencias occidentales. En 1904, el geógrafo Halford John Mackinder diseñó la teoría del Heartland, o Corazón de la Tierra, que conecta Eurasia desde hace más de 100 años.

Esta zona abarcaba desde las áreas agrícolas de la parte europea de Rusia hasta las llanuras de Siberia, en Asia central. Dotada de recursos sin explotar como el carbón, madera y minerales, el británico estimó ahí una inminente expansión del dominio ruso o alemán en el mundo.

Eurasia concentra el 77% del gas, un monto integrado por las reservas de Rusia, Irán, Qatar, Arabia Saudita y los Emiratos Árabes. «Rusia tiene la reserva más grande y a futuro va crecer el consumo de gas natural porque se irá reduciendo el de carbón y petróleo», precisó al respecto el internacionalista Juan Manuel Aguilar Antonio.

Europa es una región pobre en reservas de petróleo y gas natural, salvo las mínimas reservas de Inglaterra o de los países escandinavos como Noruega. Por ello, la zona central «padecía de calefacción energética durante invierno, lo que era una oportunidad para ejercer presión de la Unión Soviética», explicó Aguilar a Notimex.

Sólo en 2018, Gazprom, la mayor compañía de gas rusa, suministró a la Unión Europea (UE) más del 40% de sus importaciones de gas natural y alrededor del 50% de las de Turquía.

«Actualmente, Occidente busca mantener el equilibrio entre energías limpias, como eólica o solar, y el posicionamiento del gas natural en Eurasia, concretamente el ruso […] Como en la Guerra Fría, cuando intentaron contener a Moscú militarmente, ahora lo hacen energéticamente», agregó la maestra en estudios internacionales Imelda Ibáñez Guzmán.

El ruido de los ductos rusos Turk Stream y Nord Stream 2

Los proyectos Nord Stream 2 y Turk Stream buscan fortalecer la posición rusa respecto al flujo de los energéticos en Europa. El primero es impulsado por una alianza de Moscú con Alemania, Austria, Francia y los Países Bajos, quienes estiman lograr un tendido de dos hilos por el fondo del mar Báltico para transportar más de 55 millones de metros cúbicos de gas.

Con una longitud de más de 900 kilómetros y una capacidad anual de transportar más de 15 millones de metros cúbicos entre la localidad rusa de Anapa y la turca de Kiyikov, los presidentes de Rusia y Turquía, Vladímir Putin y Recep Tayyip Erdogan, respectivamente, giraron en enero la válvula del gasoducto Turk Stream.

En diciembre de 2019, su homólogo estadounidense, Donald Trump, firmó el presupuesto de defensa para este año, donde se incluye, entre otras medidas, la imposición de sanciones contra ambos ductos energéticos.

Aunque Turquía ha recibido alrededor del 4% del Gas Natural Licuado (GNL) estadounidense, desde que comenzaron las exportaciones en 2016, los precios de los suministros rusos son más bajos, reportó la Federación de Científicos Estadounidenses (FAS, por sus siglas en inglés) en un reporte sobre la situación.

Nord Stream 2, calificado como una «herramienta de coerción» y riesgo para la seguridad europea por Washington, es la segunda conexión de este tipo entre Moscú y Berlín, pues la primera, llamada Nord Stream, fue inaugurada en 2011.

El ducto ruso con Turquía logra reafirmar a Moscú como proveedor de energía para los países del sur y sureste del continente europeo, lo cual reduce el miedo a que se repita la crisis en el suministro del gas de entre 2006 y 2009, cuando Rusia cortó temporalmente el tránsito del recurso natural por Ucrania hacia Europa, por la adhesión a Crimea.

Como el marco de acción estadounidense en la geopolítica del gas es reducido, al no tener el 26% de reservas mundiales como Moscú, «recurre a las sanciones y opta por promover el petróleo a nivel mundial como principal energético y posicionarse como exportador de gas esquisto por fracking, también llamado fracturación hidráulica», reflexionó Aguilar.

«Es una nueva diplomacia gasera donde le dicen a Washington: ‘tú puedes inundar el mercado con el petróleo y shale gas [esquisto], pero mira cómo hacemos alianzas estratégicas tanto en energía y política», argumentó Nydia Egremy, internacionalista y periodista especializada en geopolítica.

«A pesar del conflicto geopolítico con Ucrania, Rusia tiene mayor posición diplomática bilateral actualmente con países europeos e incluso naciones con altas reservas energéticas en Latinoamérica», agregó Ibáñez.

Otros nombres dentro de la geopolítica del gas

Para los internacionalistas del Colectivo de Análisis de la Seguridad con Democracia (CASEDE) no se debe perder de vista la participación de China en la distribución del gas, así como la trascendencia del tema para los países latinoamericanos.

«El Siberia Power es un mega gasoducto que va a suministrar el gas ruso al norte de China desde Siberia, firmado por la gasera rusa Gazprom y la Corporación Nacional de Petróleo de China [CNPC] […] Proyectado a tres mil kilómetros, se puede comparar en extensión con el tamaño de toda la frontera entre México y Estados Unidos», explicó Egremy.

Este ducto, acordado en 2014 por Putin y su homólogo chino, Xi Jinping, fue llamado ‘acuerdo del siglo’ y suministrará 38 mil millones de metros cúbicos de gas al año. Está firmado por tres décadas y consolida a China como el principal socio comercial ruso.

«No olvidemos también la gran alianza que se forma entre Rusia, China y la segunda gran reserva de gas mundial, Irán, todos bajo sanciones por Occidente […] La Guerra Fría nunca acabó, estamos en una nueva fase que llegó en términos energéticos», argumentó la periodista.

«El petróleo y el gas son el producto geopolítico más importante en este siglo, quienes los posean serán los grandes ganadores […] Los conflictos están donde hay energía«, no son sólo entre gobiernos, «existen por los grandes corporativos que ya superaron los conflictos entre países», subrayó.

Por otra parte, el gas natural está compitiendo con la venta del petróleo en el mundo. «En la Ciudad de México hay gasolineras que te prestan el dispositivo para que tu automóvil funcione con gas natural, lo cual es muy atractivo para autos de uso rudo porque cuesta la mitad que la gasolina», narró Juan Manuel Aguilar.

«Este es un fenómeno que también ocurre en otras ciudades como Buenos Aires, Bogotá y Bangkok. El gas natural también se ha impulsado por la agenda ambientalista, pues está comprobado que es mucho menos contaminante que el petróleo […] Pero el golpe a los intereses de petroleras como Texas Petroleum Company o Royal Dutch Shell, podría ser significativo», concluyó Aguilar.

Para el sitio Oil Price, portal informativo estadounidense para inversores, Putin apoya a regímenes en América Latina para obtener un «mayor control sobre las lucrativas reservas mundiales de energía».

De forma similar en la que apoya al régimen de Bashar Assad, busca obtener un mayor control de las extensas reservas de hidrocarburos en Venezuela, por lo que respalda al «asediado régimen dictatorial de Maduro». 

En el caso mexicano, el país llegó a figurar como cuarta reserva de shale gas, el gas de fracking, «que afortunadamente ya se ha suspendido su producción porque es sumamente peligrosa en términos geológicos […] En Kansas y Dakota, Estados Unidos, frecuentemente hay sismos de hasta cuatro o cinco grados causados por las gaseras dedicadas al fracking», explicó la internacionalista Nydia Egremy.

«Hay que observar cómo se va posicionar México en el mapa geopolítico del gas. Parte de los argumentos de la Reforma Energética era que con la apertura de las trasnacionales de gas y petróleo se generarían empleos. A cinco años de esa reforma, solo Shell, TransCanada y British Petroleum han sido los verdaderos beneficiarios, y no los usuarios», precisó la también periodista.

La Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) mexicana ha reiterado la postura del gobierno contra el fracking, al aclarar que esta técnica de extracción de gas y petróleo quedaría prohibida en el país, por considerar a dicha práctica dañina para el ambiente.

La geopolítica mundial no se decide por los ejércitos de los Estados, sino por dos aspectos importantes: el control de la tecnología y el control de la distribución de la energía. «Eso es lo que va a definir los conflictos de los próximos 20 años», concluyó Nydia Egremy.

Con ello, la teoría de Mackinder sigue vigente, pues el dominio mundial mantiene abierta la puerta a que nuevos jugadores en la geopolítica del gas adquieran estabilidad energética, al tomar uno de los dos bandos que parecen mantenerse en el planeta.

Sputnik


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