EE.UU. y Rusia: Fuerza nuclear en tablas

Enrique Figueredo, Barcelona

Todavía hay potencia nuclear suficiente como para destruir por completo el planeta. Las dos grandes potencias atómicas, que juntas reúnen el 92% de la capacidad militar nuclear del mundo, Rusia y Estados Unidos, han cumplido sin embargo escrupulosamente el tratado de reducción de armas estratégicas Start III firmado en abril del 2010 por Barack Obama Dimitri Medvédev.

Los países firmantes lo celebran y la comunidad internacional lo observa en general complacida. Pero muchos son los que consideran que nada hay benéfico en el equilibrio geoestratégico universal y que tal cumplimiento a rajatabla no es más que una expresión de la voluntad de Rusia y Estados Unidos de mantener esa hegemonía bipolar de que gozan, heredada de la guerra fría.

 El tratado de desarme firmado en Praga por los entonces presidentes de los Estados Unidos y Rusia en el 2010 fija una reducción de las denominadas armas nucleares estratégicas. Son aquellas con alcance superior a los 5.000 kilómetros siempre que sean lanzadas desde tierra. Cuando lo son desde plataformas móviles marítimas o aéreas no hay limitaciones y pueden tener un alcance inferior a los 5.000 kilómetros sin que ello afecte a otro de los grandes tratados de desarme, el INF de fuerzas nucleares de alcance medio. Este prohíbe las armas de alcance entre 500 y 5.000 kilómetros lanzadas desde tierra –no desde plataformas aéreas o marítimas– y lo firmaron Ronald Reagan y Mijail Gorbachov en 1987. La identificación y destrucción de aquellos arsenales de medio y corto alcance fueron confirmadas en 1991.

El 5 de febrero las dos potencias redujeron sus ojivas al número máximo autoimpuesto

¿Qué dice el Start III respecto al número de ojivas estratégicas, es decir, de largo alcance? El pacto señala que los firmantes pueden disponer de un máximo de 1.550 y que ese límite debía alcanzarse a los siete años de la firma del acuerdo, con independencia de que el tratado expire a los 10. La primera fecha se cumplió el pasado 5 de febrero. Ese día los dos gigantes nucleares tenían ya los deberes hechos. EE.UU. había logrado situarse en la cifra límite en agosto del 2017 y Rusia, en el mes de octubre. Ahora mismo, ambas potencias están incluso ligeramente por debajo de las 1.550 ojivas nucleares estratégicas, según fuentes oficiales de los dos países.

Existe un segundo aspecto del tratado que también compromete a los dos firmantes y que hace referencia a limitaciones en lo tocante a sistemas o plataformas de lanzamiento. Se trata de sistemas terrestres, como silos fijos o lanzaderas sobre ruedas (Rusia dispone de ellas, Estados Unidos, no); pero también los aéreos, como son los grandes bombarderos estratégicos y los submarinos nucleares.

El Start III dice que cada país puede contar con 800 sistemas de lanzamiento, pero sólo 700 desplegados, los 100 restantes no pueden estarlo, deben estar inactivos, retirados en labores de mantenimiento o de actualización y sólo pueden entrar en servicio en la medida en que sustituyen a los ya desplegados, de manera que no se supere nunca la cifra de 700. Así, las 1.550 cabezas nucleares se pueden distribuir en los diferentes soportes como cada departamento de Defensa decida. Dicho reparto no está sometido a restricción alguna. También en este apartado, las dos potencias están por debajo del máximo que fija el tratado.

Aunque el objetivo final de este acuerdo es que algún día sean eliminadas para siempre todas las armas nucleares, ese es todavía un horizonte muy lejano.

Los dos firmantes del acuerdo reúnen el 92% de la fuerza militar atómica del mundo

El profesor de derecho internacional de la Universidad de La Laguna, Luis Vicente Pérez Gil, experto en estas materias, cree que las potencias cumplen a pies juntillas los términos del tratado porque “garantiza el régimen mundial”. “Este es un acuerdo –sostiene el profesor– para el mantenimiento del statu quo, por eso lo cumplen tan a rajatabla y taxativamente. Les interesa la estabilidad estratégica. Su aspiración sería que sólo ellos tuvieran armas nucleares en sus arsenales”.

Alberto Pérez Vadillo, experto en control de armamentos, atiende a La Vanguardia desde su despacho en Moscú. Para él, las potencias cumplen porque supone un incentivo para ellas merced a los sistemas de verificación que garantizan la no superación de los límites. “Si eso ocurriera, la otra parte lo iba a saber e impondría costes sobre la primera como la suspensión, la retirada o también el engaño”, asegura. Apunta Pérez Vadillo una razón más por la que las dos potencias perseveran para cumplir con el Start III: “Los espías no llegan a todos lados. Casi todos los tratados de control de armamentos incorporan estos sistemas de verificación, con lo que se obtiene cierta transparencia. Con ellos, eres capaz de saber qué está haciendo tu adversario y eso sirve para suplementar la información que pueda pasar tu inteligencia”.

Ambos expertos están de acuerdo en que Estados Unidos y Rusia podrían negociar un nuevo acuerdo, un futuro Start IV, pero en todo caso sí están casi seguros de que el actual se prolongará más allá del 2021. Creen que ambas potencias estarán interesadas en reducir más las armas estratégicas “porque, entre otras cosas, los nuevos programas son muy caros”, añade el profesor Pérez Gil desde sus dependencias tinerfeñas desde las que dirige el blog Derecho y Política Internacional.

Rusia anuncia futuras armas estratégicas que podrían no estar recogidas en el tratado

“No creo que quieran aumentar sus fuerzas estratégicas, aunque las estén modernizando. Son artefactos antiguos que hay que ir revisando, que hay que actualizar. Hay cabezas que se han adaptado para tener por ejemplo un poder explosivo variable: x por 2 o x entre 2”, afirma Pérez Vadillo.

Estados Unidos y Rusia han cumplido los tratados de desarme, pero ambos países buscan a la vez la forma de tensar sus costuras, de modo que los planes de defensa nacionales contemplan inversiones millonarias en nuevos sistemas militares, incluidos los estratégicos. El reciente discurso del presidente ruso, Vladímir Putin, en una sesión conjunta de las dos cámaras, incluyó el anuncio solemne de diferentes y ambiciosos programas multimillonarios para modernizar al máximo los arsenales. Putin exhibió, entre otros, una especie de dron submarino, nuevos misiles de crucero capaces de llevar carga nuclear y el futuro sistema de misiles estratégicos hipersónicos Avangard, considerado un súperproyectil capaz de burlar cualquier escudo antimisiles.

También Washington prevé reforzar su arsenal nuclear y ha puesto en marcha una nueva estrategia para hacer más efectiva su capacidad nuclear, aunque el Pentágono insiste en que no supondrá un incremento del arsenal. El informe Revisión de la Postura Nuclear (NPR), presentada hace un mes, incluye entre otras recomendaciones armar bombas atómicas más pequeñas, con un radio de destrucción más controlado, parecido a la bomba de Nagasaki, y que puedan hacer pensar al enemigo potencial que la amenaza de lanzarlas es creíble.

EE.UU. planea fabricar bombas atómicas más pequeñas y de uso más creíble para el enemigo

Superar los escudos antimisiles proyectados por EE.UU. es una de las obsesiones de Rusia, especialmente cuando mira hacia Europa y sus futuras capacidades antimisiles. Se discute si la existencia del Avangard u otros de los proyectos presentados por Putin contravienen el Start III o, como parece, simplemente no están recogidos en el tratado por lo que, según el articulado del acuerdo, Estados Unidos podría convocar la comisión consultiva bilateral que habilita el tratado para exponer allí sus dudas o temores. Lo que parece claro es que Rusia persigue tener más capacidad de disuasión e influencia dando miedo con sus proyectos.

“Hay estudios científicos que dicen que un escudo antimisiles nunca funcionaría, pero una cosa es lo que dicen los científicos y otra lo que prevén los militares. Y China siente algo muy parecido a los rusos con los sistemas antimisiles que puedan instalarse en Corea del Sur”, explica el experto Pérez Vadillo y con ello introduce el papel del resto de potencias nucleares más allá de Rusia y Estados Unidos.

“China –afirma el profesor Pérez Gil– nunca logrará equipararse a las otras dos potencias. El esfuerzo industrial sería casi inalcanzable, además su carrera armamentística sería percibida por el mundo, pero en especial por los dos grandes, como maniobras muy agresivas y podría desembocar en un conflicto bélico”.

La incapacidad de alcanzar a Estados Unidos o Rusia, que castigan cualquier avance nuclear fuera de ellos –sólo hay que ver las sanciones que se decretan ante ciertas pruebas nucleares–, no ha hecho que las fichas del tablero atómico se hayan detenido. El presidente francés Emmanuel Macron también ha dado órdenes para que se modernicen sus capacidades estratégicas. “La disuasión (nuclear) forma parte de nuestra historia, de nuestra estrategia de defensa, y permanecerá. […] Nos permite conservar nuestra autonomía estratégica y nuestra libertad de acción en todas las circunstancias, en un contexto internacional que no permite ninguna debilidad”, dijo el presidente francés en uno de sus primeros discursos ante su cúpula militar.

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