Dejemos que el cambio produzca los cambios, en vez de atacarlo

Alejandro Asmar

Luis Abinader es víctima de los más variopintos ataques provenientes de distintos litorales. Y quizás eso se deba a que su candidatura y posterior triunfo representó un palo atravesado que paralizó la ‘fábrica de presidentes’, que producía productos defectuosos.

También puede ser porque algunos sectores de la llamada sociedad civil no encontraron al presidente servil a sus intereses y afinidades que quizás buscaban. Esos grupos sociales no ven espacio vacante para asumir el liderazgo, porque ese liderazgo ya fue ocupado, inesperadamente, por alguien que no se aviene ciegamente a ellos.

Las arremetidas contra Luis Rodolfo quizás obedezcan, además, a que las bases del partido giran en torno a él, y porque la ‘tayota’ ha salido más aderezada y condimentada que quienes les adversaron internamente. Y porque el presidente ha superado al candidato que una vez fue.

Tampoco se puede descartar que el presidente es atacado porque la oposición se ve acéfala, descabezada, y se siente huérfana políticamente, sin que se vislumbre un candidato que le haga sombras, porque el joven mandatario luce irreemplazable, sin competidores reales, y no desplazable, por los méritos y logros que acumula, tales como un mejor sistema de justicia, el adecentamiento social y político, y mejores leyes contra la corrupción y la impunidad, en un ambiente de transparencia y legalidad.

Sin tabla de salvación visible de donde agarrarse para reflotar, apuestan a que se produzca algún vacío de poder para pescar en río revuelto o al debilitamiento de la figura institucional en el poder.

Ante esos vacíos que no han podido llenar; ante esos miedos que no han podido mitigar; ante un presidente que representa al pueblo y no a la red de complicidad de las élites económicas, sociales, políticas y mediáticas que se habían entretejido alrededor del Estado, no le queda más remedio que atacar por atacar, con la esperanza de abrir algún boquete por donde puedan colarse.

A falta de argumentos y propuestas creíbles, recurren a la repetición implacable de mentiras y falsedades a través del aparato propagandístico y mediático que todavía controlan para distorsionar la realidad. Era tan inmensa la concentración de poder que habían logrado; eran tantos los beneficios y privilegios que devengaban, que todavía se resisten a la idea de que todo aquello se pueda perder.

Por eso, cuando arremeten contra todo lo que dice y hace el presidente, simplemente están respirando por la herida. Pero contrario a sus deseos, la sociedad percibe la existencia de un capitán al mando de la nave del país y que da las órdenes adecuadas a la tripulación para llegar a puerto seguro. Un capitán que fue rápido en responder a la afrenta de un vil asesinato cancelando a un coronel y a los ejecutores materiales, pidiendo perdón en nombre del Estado, siendo, hasta donde recuerdo, la primera vez que lo hace un presidente.

Ahora, aunque todavía estamos padeciendo las consecuencias de un gobierno del pasado que nos dejó sin recursos para gestionar el presente, tenemos un presidente que está forjando un mejor futuro a partir del desastre encontrado.

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